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Blueberry antihéroe o las últimas dudas de Occidente

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César Maurel (Francia-Costa Rica)

Conocí a Gir por intermedio del teniente Blueberry. Recuerdo aquel amor a primera vista. Uno de aquellos amores infantiles irremediables, absolutamente carentes de razón, de esos que van construyendo los criterios que en la edad adulta sólo pueden ser objetos de conjeturas o preguntas sin respuestas. ¿Qué fue lo que entonces nos cautivó en forma tan definitiva?

Su aparición se dio en la revista Pilote, primera en su género que buscaba sacar del mundo infantil las historietas. Pilote, bajo la dirección de René Gosciny, iba a transformarse pronto en el laboratorio del cómic francés, al liderar una rebelión en contra de la ley “mordaza” de 1949, que controlaba las publicaciones hacia la juventud y garantizaba la inocuidad del género en la Francia de la posguerra, bajo la sombra protectora del general De Gaulle. La revista nace, al igual que yo, en 1959; su principal éxito será el de haber dado a conocer a un personaje que va imprimir su estilo por muchos años: Astérix.

El momento importante de mi encuentro con el teniente Blueberry fue cuando tuve en las manos el álbum Fuerte navajo. Si bien ese primer álbum había salido en 1965, años antes de mi descubrimiento, mi primera cita con Blueberry se dio en el momento perfecto. Entrando apenas al mundo lleno de promesas de las edades de dos cifras, mis espejismos de la adolescencia pasaban por la lectura de la revista Pilote. La entrega semanal en episodios dificultaba un tanto las cosas y obligaba a conseguir la revista con presupuesto o sin él. El álbum en cambio ofrecía la intimidad de la lectura en el tiempo que fuera necesario.

No fue como descubrir el sexo sino más bien como afiliarse a un equipo de primera división para toda la vida. El personaje de Blueberry llevaba en su ADN una serie de cualidades que lo ponían mucho más arriba de cualquiera de los héroes que yo había podido tener hasta el momento.

Jean Giraud venía de una escuela muy conservadora en términos de narración y sobre todo en la construcción de los personajes. Empezó con un maestro, Jijé, que siguiendo los lineamientos de Hollywood y del héroe americano había creado un simpático vaquero-justiciero, Jerry Spring, acompañado de un Sancho Panza mexicano que encajaba perfectamente en todos los consabidos mecanismos del western tradicional. Sin embargo Pancho no es el Tonto del Llanero Solitario: si bien aporta jocosidad a su contraparte, y hace honor a los lugares comunes acerca de los mexicanos, con un uso constante del español como elemento exótico, es un personaje con densidad.

Un dato interesante es que Jean Giraud, que ya firmaba Gir, empezó a viajar mucho y conoció México de joven al ir a visitar a su madre. En el transcurso de la creación de Fuerte navajo realizó un largo viaje a México, durante el cual Jijé, su mentor, tuvo que realizar 10 planchas de la historia. La precisión gráfica de los escenarios de las aventuras de Blueberry revelan un conocimiento del terreno y de los ambientes desérticos.

Gir comentó alguna vez que su modelo físico fue el actor Jean Paul Belmondo, cuya nariz rota de boxeador ofrecía un lugar aparte en el panteón de los galanes del cine francés.

El ambiente del western estaba en una etapa de transformación paradigmática gracias a creadores como Sergio Leone y a una nueva visión antropológica de los indios que acompañaba la mutación de los mitos “americanos” en la sociedad francesa después de mayo del 68.

Lévy-Strauss, Jung y Frantz Fanon habían llegado, a través de la historieta, al común de los mortales, al vulgarizar conceptos tercermundistas de dominación sin pasar por los bancos de la universidad. No se podía percibir la totalidad de esta nueva visión desde el primer álbum pero la distancia con John Wayne o Roy Rogers crecía como un gusano en la fruta. De hecho, Mike Blueberry, tuvo más tarde que ser objeto de una “precuela”, que pretendía explicar su carácter de antihéroe, ya que tenía los rasgos novedosos que lo singularizaban de los demás vaqueros-justicieros. Un ejercicio casi freudiano que explicaba el porqué de su carácter, sus orígenes sureños y su participación en la guerra civil, sus amores contrariados y su desubicación natural,  lo que lo acreditaba con creces en el club de los perdedores.

A medida que fueron acumulándose las historias, los demás rasgos de antihéroe se fueron haciendo más notables : la insubordinación, el constante cuestionamiento de las políticas de invasión a los dominios indios, las constantes referencias a la cara oscura del “progreso americano”,  los valores individuales en desacuerdo constante con la paz americana y los valores rigoristas de una sociedad bien pensante. Más adelante se manifestará su difícil relación con el alcohol y el descubrimiento de un esoterismo vinculado a los pueblos indígenas con los ritos del peyote. Asimismo, terminó pronto y definitivamente por encajar con los nuevos parámetros del western que conocemos hoy día. Me atrevería a exagerar diciendo que sin Gir, Clint Eastwood no sería el mismo.

La singular adaptación al cine realizada por Jan Kounen en el 2004 dista mucho sin embargo de los personajes interpretados por Clint Eastwood, al llevarnos por parajes mentales de la consciencia alterada por el peyote y la lucha entre la razón y las emociones de un héroe blanco en tierras mágicas de los indígenas chiricahuas, hopis y navajos. Es esta misma magia, apenas sugerida en el mundo de Gir, la que se encargará de explorar Moebius, tanto en el dibujo como en los guiones.

César Maurel (París, 1959). Artista plástico, actor, escritor y profesor. Radica en Costa Rica desde 1981, donde ha dividido su tiempo entre la enseñanza del francés a niños de primaria y las artes plásticas. Ha presentado numerosas exposiciones individuales de sus obras tanto en Francia como en Costa Rica y en el resto de Centroamérica. Ha traducido del español al francés obras literarias de distintos géneros. Ha publicado artículos sobre cómics en revistas de Panamá, Guatemala y Costa Rica. Ha participado como actor en varios proyectos cinematográficos en Costa Rica. Está presente en la antología Lunada poética. Poesía costarricense actual (2005). Ha publicado los libros de poemas Zapping (2005) y Patio trasero(2012).Fotografía del autor: Esteban Chinchilla


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